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¡Analiza esto!

¿En qué estábamos equivocados hace diez años, cuando nuestra acción directa masiva hizo que se clausurara la cumbre de la OMC en Seattle? Yo diría que fallamos al articular y compartir lecciones y que permitimos que nuestro movimiento de movimientos fuese estrechamente definido y contenido.

Luego de esas protestas muchos de nosotros pasamos a todo vapor a la nueva ronda de actividad organizativa. No nos tomamos el tiempo para analizar lo que había funcionado y lo que no y por qué. Y ahora una larga serie de acciones masivas actuales en los Estados Unidos carecen de las lecciones que cientos de organizadores podrían haberles aportado. Como escribe el investigador militante Paul de Armond en Black Flag Over Seattle (Bandera negra sobre Seattle) su análisis externo de la batalla de una semana entera de 1999, las fuerzas de seguridad, las autoridades gubernamentales y hasta la Unión Estadounidense para las Libertades Civiles (American Civil Liberties Union) han efectuado instructivos análisis de la Batalla de Seattle. Por contraste, ninguna de las organizaciones que participaron en la protesta ha elaborado un balance de las estrategias y tácticas allí utilizadas, por más que la Internet esté repleta de crónicas testimoniales.

Muchos movimientos y redes convergieron en Seattle y, al revolotear alrededor de la OMC mediante sus alianzas accidentales y ad hoc, abrieron un espacio. Pero hemos permitido que este espacio fuese estrechamente definido como el “movimiento anti-globalización” o “el movimiento por la justicia global”. El movimiento por la justicia global no existe. En el mejor de los casos la “justicia global” es un espacio común de convergencia –un marco en el que todo aquel que lucha contra el sistema de la globalización corporativa (o el capitalismo, el Imperio, el imperialismo, el neoliberalismo, etc.) y sus consecuencias en nuestras comunidades puede reconocer una lucha común y hacer que todos esos esfuerzos se acumulen. El concepto de un único “movimiento” concentrado en la “cuestión” de la globalización corporativa es utilizado tanto por los medios corporativos de comunicación como por los autores de izquierda, con frecuencia con el objeto de estrechar al movimiento de movimientos, marginalizar sus ideas o declararlo muerto.

Lo mismo sucede ahora con el movimiento de movimientos por la “justicia climática” –el actual espacio de convergencia contra el sistema. Podemos convertirlo en un espacio de convergencia para todos quienes luchamos contra el catastrófico sistema político y económico que produce el cambio climático (y que ofrece además falsas soluciones para el problema). O podemos dejar que sea definido estrechamente como un movimiento centrado en la “cuestión” del cambio climático.

En 1999 David Solnit intvervino en Seattle junto a la Direct Action Network (Red de Acción Directa). Actualmente participa en la Mobilisation for Climate Justice West (Movilización por el Cambio Climático – Oeste). Ha participado como editor en la publicación de Globalize Liberation (Globalizar la Liberación) y ha coescrito y coeditado (junto a Rebecca Solnit) The Battle of the Story of the Battle of Seattle (La batalla por la historia de la batalla de Seattle). Es miembro del Seatlle WTO People’s History Collective (Colectivo de Historia Popular sobre la Cumbre de la OMC en Seattle). www.realbattleinseattle.org

Imaginación y caminos alternativos

Estábamos en una encrucijada, el fin de una era. Pero la gente no salta ciegamente en el desconocido, en territorio ignoto, si no tiene esperanza. No fuimos capaces de alimentar esta esperanza, quizás porque el poder de nuestras ideas nos hizo ciegos.

La esperanza es la esencia misma de los movimientos populares. Tomamos por cierto que todas y todos verían con nosotros que el emperador estaba desnudo. Así, fuimos incapaces de ver que él sigue vestido, porque mucha gente todavía cree ver las ropas construidas por los políticos, los intelectuales y los medios.

Nos faltaban ejemplos prácticos de caminos alternativos y nos faltó imaginación.

Caminos alternativos. En 1996, al final del Encuentro Intercontinental en Chiapas, los Zapatistas nos dicieron que cambiar el mundo es muy difícil, quizás imposible, pero se puede crear un mundo totalmente nuevo. Estábamos postergando la creación de mundos –un mundo que contuviese muchos mundos. Y con eso fuimos incapaces de presentar alternativas reales ilustrando lo que pensamos. La mayor parte de la gente no está mas interesada en otra crítica, otro discurso; ella quiere ver que otros mundos son no sólo posibles sino necesarios.

Imaginación. Atrapados durante cien años en la disputa ideologica entre capitalismo y socialismo, dejamos de pensar. No fuimos capaces, hace diez años, de imaginar alternativas. Estábamos tan concentrados en la crítica de lo que está errado en el mundo (el mundo que no deseamos y que se está deshaciendo), que no pudimos imaginar, vivir y compartir con otros el nuevo mundo mas allá de este.

Gustavo Esteva es un intelectual desprofesionalizado basado en Oaxaca, México. Es consejero de los Zapatistas y fundador de la Universidad de la Tierra en Oaxaca.

Política, Movimientos, Instituciones

Hace diez años yo tenia la mas grande expectativa en relación a los movimientos que vendrían a organizar el Foro Social Mundial poco tiempo después. Habíamos justo oído el “grito de Chiapas” de los zapatistas, y las palabras de orden de los movimientos campesinos como el MST (Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra de Brasil), la movilización contra la OMC que empezara en Seattle. Parecía que se organizaba el espacio y el conjunto de fuerzas que podría liderar el proceso de superación del neoliberalismo. Sin embargo, encontramos el obstáculo de la hegemonía de las ONGs e una limitación a la llamada “sociedad civil”. El pasaje de una fase de resistencia a una de construcción de hegemonías pasó a ser protagonizado por fuerzas políticas y gobiernos a partir de la elección de Hugo Chavez, en 1998, e de otros presidentes latinoamericanos en seguida. Los movimientos sociales que no se dieron cuenta de eso se quedaron en una concepción limitada de “autonomía de los movimientos sociales”, se debilitaron, algunos prácticamente desaparecieron; mientras los que se rearticularon con la política –el caso de Bolivia es un ejemplo claro-, participan activamente de la construcción de “otro mundo posible”, de que la presencia de cinco presidentes latinoamericanos en el último Foro Social Mundial nos da una clara expresión.

Emir Sader es sociólogo y científico político brasilero, con lazos históricos en el Partido de los Trabajadores (PT). Activamente involucrado en la organización de los Foros Sociales Mundiales en Brasil, el sigue miembro del Consejo Internacional del Foro.

De lo horizontal a lo diagonal

En 1997 yo estaba intoxicado. La Era del Hielo se estaba derritiendo. 1789, 1848, 1871, 1917, 1968… ahora era nuestro turno. Estábamos revoloteando, produciendo enjambres (swarming) por todas partes. Y entonces de repente… desaparecimos. ¿Fuimos solo un sueño?

En un breve artículo, Network, Swarm, Microstructure (Red, Enjambre, Microestructura), el teórico cultural Brian Holmes identifica dos condiciones para la producción de enjambres (swarming*). En primer lugar, “la existencia de un horizonte — estético, ético, filosófico o metafísico — compartido construido en el tiempo de forma paciente y deliberada, una “producción de mundos” que permita el mutuo reconocimiento de los miembros de un grupo. Y en segundo lugar, la “capacidad para la coordinación temporal a la distancia”, a través de la comunicación de afectos e información. Intoxicados por el descubrimiento de la segunda condición, dimos por sentada a la primera. Nuestro horizonte compartido fue como un sueño. ¿Qué lo indujo?

En esos tiempos yo ingenuamente creí que todo lo que era necesario hacer era trabajar en la segunda condición planteada por Holmes (“coordinación a la distancia”); la primera (“horizonte compartido”) se cuidaría a sí misma. Proporcionemos foros, computadoras, listas de correo y oportunidades para el intercambio y la acción conjunta y la cosa tomará vuelo por sí misma: multiplicación en lugar de adición. En parte se trataba de una respuesta a la historia de la izquierda y una comprensión de que las identidades esclerotizadas y las deformaciones sectarias forman parte de nuestros mayores obstáculos, acompañada con la idea de que actuar (en especial de forma directa) con otros era el antídoto perfecto para ello.

Tal vez ese sueño era una premonición llegada antes de tiempo. En todo caso la cuestión de la coordinación a la distancia ahora parece una cuestión simple — el trabajo se concentra más que nada en torno a la construcción de un horizonte compartido.

Un No y muchos ; mosaicos de minorías; redes de redes; intercambios horizontales… Todo ello pierde fuerza cuado el enemigo se desagrega, cuando ya no se trata de un bloque homogéneo, cuando ya no resulta evidente cómo o por qué estamos juntos en esto, o incluso quiénes somos “nosotros”.

Alain Badiou, filósofo francés, asocial el “nosotros” con lo más común, lo más genérico, lo más compartido en nuestra situación, pero que resulta en el presente invisible, incontado, innominado. Interior, pero excluído. ¿Cómo actuar para — aquí y ahora — afirmar este aspecto común, genérico, compartido en nuestra situación? ¿De qué manera resulta posible, actuando localmente, encontrar una destinación universal que demuestre y ponga en práctica la igualdad sin la cual nos convertimos simplemente en otro grupo de interés? ¿De qué modo nombrar este elemento común y pintar nuestro horizonte con colores estéticos, éticos y metafísicos que nos vuelvan mutuamente visibles?

Diez años atrás, mi pregunta era: ¿cómo poner en red a los activismos locales para facilitar el intercambio global? Ahora mi pregunta es: ¿cómo forjar un universalismo militante y construir una voluntad genérica? ¿Organizándose quizá no en el plano horizontal sino en el diagonal?

Phil McLeish fue, durante la década de los 90, miembro de Reclaim the Streets en Londres. En 1997 su mente fue alterada de forma permanente por el segundo encuentro Zapatista — realizado en territorio perteneciente al Estado español — y el posterior surgimiento de la Acción Global de los Pueblos. Luego de esconderse en la paternidad por algunos años, se ha involucrado con el Climate Camp (Campamento de Acción contra el Cambio Climático) en el Reino Unido desde el 2006 hasta la actualidad

* (n. del t.) En la cultura militante en la que este texto se inscribe, el verbo inglés swarming (derivado del sustantivo swarm, “enjambre”) significa intervenir sobre un punto de forma sostenida y desde múltiples direcciones de modo aparentemente amorfo pero deliberadamente estructurado y coordinado. Se trata de un término frecuentemente utilizado para describir la lógica operacional de las alianzas prácticas variables establecidas entre los movimientos participantes en las protestas del movimiento de resistencia global. Para más información (en inglés): http://p2pfoundation.net/Swarming

“Allá llegaremos!”

Estábamos entre aquellos y aquellas que en los 90 se dieron cuenta de que el neoliberalismo, mientras promovía la libre circulación de capital y bienes de consumo, sostiene políticas de migración que controlan y criminalizan la circulación de personas, especialmente aquellas de los grupos y etnias mas empobrecidos y discriminados.

Hoy día, continuamos a reconocer en los movimientos internacionales de migrantes una estrategia de resistencia a las políticas económicas neoliberales impuestas sobre el Sur global. Pero los riesgos políticos de la generalización nos llevó a distinguir entre dos tipos de protagonismo. El primero, no-intencional, configura una estrategia individual de respuesta a las dinámicas estructurales de violencia y exclusión. A pesar de su ambivalencia y alcance reducido –porque sus objetivos son la inclusión y transformación de situaciones individuales-, sigue sendo un señal importante de resistencia en el contexto internacional. El segundo tipo, crítico y conciente, incorpora practicas de intervención en las esferas política y simbólica, una lucha estratégica contra el racismo y diferentes formas de discriminación y la formulación de alternativas. También él puede ser ambivalente y tener un impacto reducido. Pero esto no hace con que sea menos relevante, porque implica la toma de una posición ética y política de antagonismo que expone las estructuras discriminatorias y hace con que los migrantes aparezcan como protagonistas y no victimas.

Con el pasar del tiempo, sin embargo, también esta distinción mostraría sus limites: en su esfuerzo por tornar los migrantes visibles como protagonistas, los protagonistas concientes corren el riesgo de hablar en nombre de aquellas y aquellos que son constituidos por el discurso de la representación. Contradiscursos radicales pueden muchas veces practicar esta violencia, que silencia a quienes supuestamente representa. Hoy, nuestra actitud crítica esta dirigida no solamente a las llamadas elites hegemónicas sino también, en un gesto autocrítico, a activistas e intelectuales migrantes en territorio europeo.

Una cosa, sin embargo, no ha cambiado. Mismo con medidas de restricción y leyes discriminatorias, mismo con las muertes en el litoral europeo, mismo con los programas de colaboración con gobiernos del Sur para contener la migración, mismo con la violencia y precariedad a que se exponen los sin papeles, la gente sigue viniendo a Europa. Una vez aquí, muchos logran quedarse. La Comisión Europea estima que el numero de nuevos migrantes a cada año sea algo entre 350,000 y 500,000.

Hace algún tiempo, vi un reportaje en la TV que mostraba hombres negros, sus manos y pies atados, que habian sido capturados por la policia cerca de Ceuta y Melilla, en España. Uno de ellos, entrevistado por un reportero, fijó la camera directamente y, con una voz firme, dijo: ‘Ellos pueden construir cuantos muros y vallas quieran. Seguiremos intentando, y lograremos cruzar. Allá llegaremos!”

Rubia Salgado es miembra fundadora de maiz, un centro autónomo de y para mujeres en Linz, Austria, donde hace trabajo cultural y educacional. El centro fue fundado en 1994. www.maiz.at

La década perdida

Hace diez anos, Brasil vivía el auge de la política neoliberal.  El gobierno de Fernando Henrique Cardoso había hecho el trabajo mas sucio en los primeros cuatro anos de su mandato. Para la clase trabajadora, la hegemonía privatista e financista fue impuesta manu militari. Fue el periodo de la intervención del ejército en la huelga de los petroleros y de dos grandes masacres campesinos, en Corumbiara (nueve muertos) y Eldorado dos Carajás (21 muertos).

Parcelas significativas de la intelectualidad e de la izquierda institucionalizada se adhirieron al neoliberalismo en las universidades, entidades e mismo algunos partidos dichos de izquierda.

En este momento, subestimamos la nueva hegemonía. Mareados con tan grande derrota, todavía apostábamos casi todo en una posible victoria electoral de Lula en 1998, en ni mismo él creía mas.

Así, dejamos de hacer un balance crítico serio y profundo de la gravedad del neoliberalismo e sus consecuencias, y no supimos darle un combate decisivo a las privatizaciones. No supimos organizar nuestra militancia para construir nuestros propios medios de comunicación, e seguimos iludidos con pequeños espacios e brechas en los medios da burguesía, en especial la televisión. Erramos en no priorizar escuelas de formación de militantes y cuadros, que fuesen capaces de analizar con profundidad el nuevo contexto de la lucha de clases. Perdimos casi todo lo que habíamos construido en el período de ascenso anterior (1979-90).

Así perdimos una década en la que la hegemonía del capital se consolidó, las izquierdas se fragmentaron, el movimiento sindical se debilitó y los movimientos sociales no tuvieron fuerzas para reaccionar.

Quizás podamos aprender con estos errores, y ahora volver a invertir en las luchas sociales, la formación de militantes, la construcción de nuestros medios de comunicación, en el debate de un proyecto popular para el país, para construir un nuevo período histórico de ascenso del movimiento de masas, sin lo que no vamos a cambiar la correlación de fuerzas – como felizmente ya vemos pasar en algunos países vecinos.

Joao Pedro Stédile es miembro de la coordinación nacional del MST (el Movimiento de Trabajadores Sin Tierra de Brasil) y de la red internacional de movimientos campesinos, Vía Campesina.

Después del Fin de la Historia

En 1999 estuvimos situados en forma diferente que muchas otras activistas estadounidenses involucradas en el movimiento contra-globalización. Mientras algunos de nuestros compañeros se centraron en la injusticia extranjera, nuestro punto de partido fue la alienación de nuestra vida cotidiana como trabajadores o lumpen-burguesía.

Esto le dio a nuestra rebelión una cierta urgencia, pero también significaba que empezábamos con poca visión de largo plazo o perspectiva global. Nos propusimos desacreditar el mito de la felicidad y alegría burgués que mantenía los trabajadores y los gerentes en sus cintas de correr. Esto puede haber sido una estrategia buena en los 1990s, pero no estábamos preparados cuando la placidez exagerada del orden dominante reventó en una seria de desastres y el “fin de la historia” empezó a parecer mas como el fin del mundo.

Habíamos contado con la estasis como un aspecto esencial de la dominación, no prediciendo que la dominación también podría ser perpetuada a través del crisis.

Crimethinc ex-Worker’s Collective (Colectivo Crimethinc de ex-Trabajadores) es un colectivo anarquista decentralizado, hecho de muchas células que actúan de forma independiente en la búsqueda de un mundo mas libre y lleno de alegría.

El cuerpo de la política

Hace diez años nos atravesaron algunas certezas: que hacer política no podía ser una cosa de cuatro: teníamos que conectar con otros muchos; que nos faltaban nombres con los que dar cuenta de nuestra propia experiencia: quisimos dibujar cartografías que resituasen lo que nos pasaba (nuestras vidas, la precariedad, la privatización del mundo, la movilidad); que la política no podía ser una cuestión de identidad: pasaba por elaborar situaciones compartidas junto a otros diferentes (preguntábamos: ¿Qué tiene que ver lo que nos ocurre aquí con lo que ocurre en otras partes del mundo? ¿Cuál es la relación entre los diferentes mundos que componen el mundo?); que aferrar la complejidad de los cambios globales abría la posibilidad de construir una respuesta y, sobre todo, nuevas preguntas: la investigación era en sí misma una forma de acción; que los cuerpos no podían quedarse al margen de la política: son campo de operaciones del poder y de múltiples batallas, los feminismos y los postcolonialismos eran nuestros aliados.

Habíamos salido de las okupas para construir centros sociales abiertos y heterogéneos, pero no rompimos realmente con la identidad y con el guetto. Comenzamos a comprendernos en el interior de procesos a escala planetaria y el movimiento global abrió un nuevo sentido del destino impuesto por el neoliberalismo, desplazando momentáneamente el miedo y la catástrofe. Y a la vuelta a casa quisimos seguir poniendo nombre a las miserias de la vida cotidiana y romper con el aislamiento y el silencio. Pensamos la precariedad como una condición existencial, y la pensamos no sólo en su forma negativa, también en su potencia y positividad. Salimos de los centros sociales y nos lanzamos al espacio- tiempo abierto de la ciudad.

Por un lado, pensamos que dar nombre a las cosas permitiría una transformación inmediata de las mismas; por otro, pensamos que si llenábamos la precariedad de potencia, alegría y deseo, conectaríamos desde un nuevo lado con la experiencia cotidiana de la gente. Ninguna de las dos cosas ocurrió. Nos topamos con la proliferación de relatos infinitos, la dispersión y la dificultad para delimitar un territorio: la experiencia se hacía inabarcable y no se traducía ni en derechos ni en nuevos lugares. Pero además, nuestra idea “positiva” de la precariedad no conectaba con el malestar social.  Paradójicamente, idealizamos a los otros.

Nos volcamos en alianzas concretas y desplazamos por el camino el partir de sí. De algún modo la alternativa a la política clásica, a las ideologías, a las fórmulas hechas pasaba más por los otros que por nosotras: no supimos articular con éxito el partir de sí y el encuentro con otros, ahondando en la brecha entre la vida y la política, entre la experiencia, el cuerpo y la idea. De un lado, lo propio, de otro, lo que se hace con (y para) los otros, lo político de verdad. Sin embargo, al separar la vida de la política, la política se vuelve, material y afectivamente, insostenible. Y un encuentro sin cuerpos es una idea abstracta, no real.

Hace diez años pensábamos en la potencia del deseo de la subjetividad móvil y cambiante que nos constituye. Hoy pensamos que esa potencia se construía en un plano por encima de la vida, de la nuestra y de la de los otros. Por eso, la inquietud que nos atraviesa hoy es bien distinta: ¿Cómo mantenernos atentas frente a los empeños de transcendencia de la política para que ésta no se vuelva insostenible? ¿Qué hay de la vida – la real, la que permite conectarnos con otros en condiciones de igualdad, ni desde la superioridad moral ni desde el abandono de uno mismo- en lo político que hacemos? ¿Cómo seguir encontrándonos, trazando problemas comunes? Y, sobre todo, ¿tiene sentido hoy una política que no piense sobre estas cuestiones?

El grupo Precarias a la Deriva se formó en Madrid en el 2002. Desde 2005 ha estado mutando en dirección a la construcción de un laboratorio de trabajadoras llamado Agencia de Asuntos Precarios Todas a Cien, que funciona a partir del espacio publico de mujeres La Eskalera Karakola.

Avanzar un paso…

Mi rostro estaba en los periódicos sudafricanos alrededor de setiembre del 1999. Yo había “osado” desafiar el partido gobernante, el Congreso Nacional Africano (ANC), cuestionando su programa de privatización. Yo era líder regional del ANC y representante local electo de mi distrito en Soweto. Los medios me proyectaron como una victima de la falta de democracia en el ANC, en un momento en lo cual su hegemonía era mas o menos incontestable. Hice lo que pudo para utilizar esta atención para diseminar el mensaje contra las políticas neoliberales. Conquiste la simpatía del publico y mantuve mi base inmediata de poder local.

Pero me faltó utilizar la conmoción que se creó para volver a los 200 y tantos directorios regionales del ANC para explicar porque, en mi condición de líder socialista en el partido, me oponía al neoliberalismo. Debería haber ido a estos sitios de la misma forma como antes iba a ayudar a construir el ANC. Debería haber convocado reuniones, visitado a la gente en sus casas, repartido volantes, participado de debates públicos y así por delante. Al envés de hacerlo, dejé que los medios contasen mi historia mientras el liderazgo del ANC controlaba el impacto. Fui catapultado de la condición de líder del partido a la de cara famosa del movimiento antiglobalización que empezaba a emerger en Sudáfrica. Reflexionando hoy, creo que debería haberme esquivado de la fama y concentrado en mover mil trabajadores comunes un paso, al envés del vertiginoso avanzo revolucionaria de unos pocos compañeros radicales y yo mismo. Yo era un héroe y el centro de mi universo político. Debería haber trabajado mas duro en hacer de las masas sus propios liberadores.

Trevor Ngwane fue activo en el ANC como activista antiapartheid en Soweto. Fue posteriormente expulso del partido por oponerse a la privatización de servicios publicos. Hoy, sigue en la lucha en la sociedad post-apartheid.

Caminando un nuevo camino

Qué va a pasar? Nadie puede saber.

Billy Bragg

Empezando en el 1986, en Bolivia y países vecinos, la política de ajusta estructural fue promovida por instituciones financieras internacionales, resultando en la privatización de compañías publicas.

En el 1999, el gobierno boliviano privatizó el servicio de agua de Cochabamba, la tercera mas grande ciudad de Bolivia, y aplicó esta política en escala nacional. Durante varios meses, nosotros, el pueblo, luchamos contra esta política bajo el paraguas de la Coalición para la Defensa del Agua y de la Vida. La gente se movilizó en las calles; el gobierno contestó con violencia. En abril del 2000, después de días de confrontaciones, la compañía fue expulsa y la ley se cambió. La Guerra del Agua, como se quedó conocida en todo el mundo, fue la primera victoria popular en 18 años de neoliberalismo en la Bolivia, y cambió la historia.

El manejo publico de la compañía de agua fue instituido, en un intento de clarificar lo que viene a querer decir “publico”. Sin embargo, nuestra creencia de que sabríamos manejar nuestros recursos de forma mejor fue ingenua y equivocada. No logramos construir una compañía de agua autogestionada en un contexto global de privatización. La Guerra del Agua devino no apenas  sobre el agua sino también sobre aquello que el neoliberalismo nos había quitado: nuestro derecho de participar en la toma de decisiones.

Por toda la Bolivia y la America Latina, las personas están trabajando mucho para substituir el sistema neoliberal con nuevos sistemas de gobierno. La filosofía del libre mercado tiene una ascendencia tan grande en el desarrollo económico mundial que nuevos abordajes son contenidos y eliminados en toda parte. Uno de nuestros equívocos cuando pensamos en términos de “economía global” es que no vemos los puntos en que la gente está construyendo otra economía, una basada en las realidades de la vida y no el capital. Los medios no hablan de estas iniciativas, y por eso ellas “no existen” en el mundo normal, pero siguen pasando de la misma forma. Estamos caminando un nuevo camino que tiene muchos problemas, conocidos y desconocidos. Si es verdad que podemos haber errado en relación o que se podría haber hecho, sabemos que la vida que tuvimos en los últimos 20 años no es el camino hacia delante.

Marcela Olivera y Oscar Olivera son activistas laborales y por acceso común al agua en Cochabamba, Bolivia. Oscar es el autor de ¡Cochabamba! Water War in Bolivia.

Apostando en monedas sociales

En noviembre de 1999 – en simultaneidad con el despertar de la multitudes inteligentes que irrumpirían en Seattle – investigadores, militantes y curiosos de 9 países participaron en Buenos Aires del encuentro en que se creó la Red Latinoamericana de Socioeconomía Solidaria (RedLASES). Todos venían a ver cómo funcionaban nuestros clubes de trueque, aquella “moneda social” que habíamos acuñado pretendiendo (ingenuamente?) cambiar el destino del movimiento de emprendedurismo desesperado, del desempleo de dos dígitos, a la radicalización de la democracia…

No lo logramos, es cierto. Estábamos equivocados en creer que el paradigma de escasez podría ser superado apenas por medio de la abundancia representada por las ferias de trueque utilizando monedas sociales. Confundimos lo que pensábamos y creíamos con lo que necesitábamos que creyera la gente. Nos olvidamos de esta verdad marxista de que, en una sociedad de clases, la ideología dominante es aquella de la clase dominante. Las personas querían plata para tener cosas, mejorar su padrón de vida –un deseo legitimo. Sin acceso a los grandes medios, invertimos en la academia como medio de difusión de nuestras ideas –jamás una buena apuesta para las nuevas ideas! Terminamos luchando por cuestiones menores, cuando lo mas importante hubiera sido mostrar que estábamos apostando en otro modelo de desarrollo, que no tenia nada de utópico si se comprendía la importancia de emitir y distribuir otra moneda.

Bajo la presión de tener que presentar un “sistema modelo”, fuimos lentos para absorber las lecciones que venían de otras experiencias. Fallamos en comunicar la dimensión sistémica de la crisis, y por tanto la necesidad de una solución sistémica. Fallamos en producir una articulación en tiempo real entre la moneda social, de un lado, y otras iniciativas como cooperativas autogestionadas, comercio justo y consumo ético, micro-crédito y presupuestos participativos, de otro.

Pero decir que nos equivocamos sería todavía más ingenuo. Recorrimos un tramo evolutivo muy importante, aprendimos muchas lecciones y hoy el híbrido micro-crédito/moneda social sigue haciendo historia en la vida cotidiana de muchísimos emprendedores agrupados en diferentes estructuras colectivas, de la mano de la política pública. No es poco, tampoco.

Nuestras apuestas estratégicas para el futuro están en demostrar que la economía solidaria sólo será el modelo de desarrollo que pretendemos si articulamos todo lo que está desarticulado: cooperativas de autogestión, comercio justo, consumo responsable, presupuesto participativo, finanzas solidarias y monedas sociales; y que la moneda social será un instrumento de radicalización de la democracia o no cambiará significativamente la forma de relacionarnos entre nosotros.

Para eso, tenemos que superar los obstáculos cognitivos que retrasana el proceso de transformación social que nuestro tiempo exige. Estos incluyen: la falta de comprensión de que hay abundancia de recursos disponibles – para todo quehacer – tan sólo inaccesibles por la escasez artificial en que vivimos; nuestra incompetencia resiliente en articularnos sinérgicamente en la diferencia, de aceptar al otro y  su forma de hacer como legítima; nuestro concepto limitado de responsabilidad, para reconocer que somos siempre responsables de nuestra parte y del todo.

Heloisa Primavera es profesora de la Escuela de Economía de la Universidad de Buenos Aires, Argentina. Es fundadora de la la Red Latinoamericana de Socioeconomía Solidaria (www.redlases.org.ar) y de Colibri, un proyecto que ofrece entrenamiento para agentes de desarrollo endógeno. (www.proyectocolibri2008.wordpress.com).

¿Cuánto cuesta ese cisne negro de la ventana?

Cuando me preguntaron en qué estaba equivocado diez años atrás, lo primero que pensé fue en mis certezas juveniles treinta años atrás. En ese entonces Jimmy Carter era el presidente de los Estados Unidos y yo estaba seguro de que estaba tan a la derecha que el país no podía avanzar más en ese sentido. ¡No había posibilidad alguna de que Ronald Reagan pudiese ser elegido presidente! Pensábamos que Carter iba a deslizarse hacia la reelección y que entonces algún tipo de cuasi-izquierda social y democrática, probablemente verde, desafiaría el duopolio Demócrata/Republicano en 1984… Nos equivocamos profundamente.

Lanzamos la revista Processed World en 1981 imaginando que seríamos parte de un levantamiento obrero en la esfera de la circulación. Trabajadores bancarios, empleados administrativos temporales, empleados de las compañías de seguros, secretarias y programadores de algún modo acordaríamos que el trabajo que realizábamos era completamente inútil y contraproducente y, a través de tácticas diseminadas de desinformación y sabotaje disruptivo, ayudaríamos a hundir al sistema capitalista. Equivocados otra vez.

Escarmentado por no haber podido anticipar el giro derechista de la política estadounidense, ni el colapso de la Unión Soviética ni nada importante que hubiese sucedido en el último cuarto de siglo, dejé de elaborar pronósticos mucho antes hace diez años. Aún así, viajé a Seattle para participar de las protestas contra la OMC, bastante seguro de que no iban a contar demasiado. Y me equivoqué. Estuve luego en Washington en el año 2000 para participar en las protestas contra el Banco Mundial y el FMI, pero no tenía expectativas de que resultaran demasiado efectivas –y acerté! No tuve grandes expectativas acerca del movimiento anti o alter-globalización, siendo de todos modos un cauteloso participante y partidario del mismo.

No esperaba el 11 de septiembre –pero cuando sucedió, no me sorprendió y no me horrorizé ni remotamente tanto como la mayoría de la gente que conozco. De inmediato, recordé una novela de Harvey Swados, Standing Fast, que relata la historia de un grupo de ultraizquierda (basado libremente en la Tendencia Johnson-Forest de CLR James y Raya Dunayevskaya) desde sus luchas intestinas en 1934 hasta 1963, cuando Kennedy es asesinado. Uno de los temas más absorbentes del libro es la función de la guerra como factor dispersante y disgregante de las redes sociales que constituyen la columna vertebral de las luchas. En la época en la que los Estados Unidos entraron la Segunda Guerra Mundial, un gran número de personas participaban de sindicatos, partidos y grupúsculos; el efecto de la guerra fue como tomar a todos esos grupos sociales y tirarlos por los aires como si fuesen confites. Cuando volvieron al suelo todos estaban en un lugar distinto: había que comenzar todo de nuevo, pero en un nuevo territorio (geográfico, político y psicológico).

De forma similar, el 2001 era en términos globales un año de gran efervescencia. Si bien la frase “otro mundo es posible” estaba lejos de constituir una agenda política coherente, se encontraba tomando velocidad antes de ser temporalmente descarrilada por la beligerancia imperial recargada de una bestia herida.

En el 2009 el cambio climático global se viene dando a paso acelerado y la Gran Crisis del capitalismo está aquí, pero a la vez no lo está. ¿Podrá el capitalismo arreglárselas por otro año o por otro siglo? Es fácil decir que el cielo está cayéndose (es probable que así sea), pero no podemos conocer el futuro. Y en especial no podemos conocer por anticipado la eficacia de nuestros comportamientos, de nuestras elecciones. No tenemos la certeza del “éxito” pero aún así debemos comprometernos. La historia es nuestra para que la construyamos. De a un día, un año, una generación a la vez.

Chris Carlsson es un activista y escritor residente en San Francisco. Su último libro se titula Nowtopia: How Pirate Programmers, Outlaw Bicyclists, and Vacant-lot Gardeners are Inventing the Future Today. (Ahoratopía: Cómo los programadores piratas, los ciclistas forajidos y los jardineros de terrenos baldíos están inventando el futuro hoy) www.chriscarlsson.com

Ingleses y perros locos

“Eso lo intentamos a principios de los años 80… Nunca funcionará… por esta, esta y esta otra razón.” En algún momento, a mediados de 1998, algunas personas comenzaron a abordar la idea de producir una acción en el corazón del distrito financiero de Londres. Resultaba simple para nosotros desestimarla. Nosotros ya lo habíamos intentado. Nuestras cínicas y veteranas cabezas recordaban las manifestaciones “Paren la Ciudad” del 83 y del 84. Y despreciábamos el entusiasmo, la ingenuidad de los cuerpos más jóvenes.

Por supuesto, el “Carnaval contra el Capital” –“J18”- se convirtió en un acontecimiento significativo. En Gran Bretaña, los titulares de los periódicos aullaban la palabra “anti-capitalista” y las movilizaciones sostenidas en todo el mundo durante ese día construyeron la antesala de lo que sucedería en Seattle cinco meses después.

Algunas veces es difícil escapar de nuestra propia sombra. El análisis y la experiencia pasada nos proveen de iluminaciones esenciales, pero también pueden echar una sobra que oscurezca o distorsione el optimismo y la apertura a nuevas posibilidades. En particular, los juicios tajantes y el cinismo “saludable” pueden cegarnos ante el hecho de que las situaciones cambian. ¿Por qué el J18 resultó un éxito, por qué resonó ahí donde “Paren la Ciudad” fracasó? Porque el contexto había cambiado: 1999 no era 1983. No es posible bañarse dos veces en el mismo río.

Y el río ha continuado fluyendo. No sabemos cuáles serán los momentos importantes del 2010 o del 2011. Sucederán acontecimientos. Y los acontecimientos siempre excederán el análisis. La pregunta es ¿cómo los reconoceremos? Mientras estamos concentrados en los potenciales y las contradicciones de las luchas en torno al cambio climático, ¿reconoceremos la importancia de una huelga de obreros de una refinería –igualmente caótica y llena de contradicciones? En ocasiones resulta necesario suspender el juicio y controlar el cinismo. Nuestros análisis siempre tienen que permanecer permeables a los acontecimientos.

Durante la década de los 90 miembros de The Free Association participaron en la Class War Federation del Reino Unido. Fueron parte de una facción que intentó disolver Class War en 1997. Colaboraron en la organización de MayDay’ 98, un encuentro que se propuso reunir a una generación previa de anticapitalistas con los florecientes movimientos contraglobalizadores y del ecologismo radical en el Reino Unido. Sus escritos colectivos pueden encontrarse aquí www.freelyassociating.org

Músculo y carne

Hace diez años, estábamos todavía en la sombra del muro caído, el “fin de la historia”. La red mas radical que surgió entonces se llamaba “Acción Global de los Pueblos contra el ‘libre’ comercio y la Organización Mundial del Comercio’. Fue el espacio de facto de coordinación para grupos del Sur y del Norte con instintos anticapitalistas, pero anticapitalismo solo devendría un principio en 1999. Mismo los Zapatistas habían convocado apenas para una revuelta contra el “neoliberalismo”, no el capitalismo en si –aunque sus intenciones de dar la partida a un nuevo ciclo mundial de luchas fuesen bastante claras. Esta timidez no estaba necesariamente “errada” en el contexto, pero mostrad cuanto “errado” era el contexto político de la época.

Hoy en Francia el Nuevo Partido Anticapitalista participa con algún éxito de la política electoral. Pero cuanta carne (sin hablar de músculo!) tiene el anticapitalismo sobre los huesos del slogan? No sigue siendo en general un preámbulo para demandas socialdemócratas?

Diez anos atrás, los críticos del neoliberalismo estaban correctos, pero nadie pudo prever esta grave crisis. Nosotros superestimamos el capitalismo demasiadamente. El había logrado postergar la crisis por tanto tiempo que ya empezábamos a dudar de nuestro Marx. Y ahora, frente a lo que es literalmente “la oportunidad de una vida”, estamos increíblemente desprevenidos.

Y se estamos hablando de “músculo”, hace diez años la mayoría entre nosotros creía que las verdaderas victorias ideológicas que logramos iban a producir avances concretos y cambio –la radicalización de sindicatos, partidos etc. El sistema se reveló inmensamente mas rígido, desperado y terrorista. Mientras tanto, las masas (en el Norte global por lo menos) permanecen pasivas. Quizás ellas, o nosotros, estamos aguardando visiones y formas creíbles de organización…?

Olivier De Marcellus es un activista con base en Ginebra y fundador de la Acción Global de los Pueblos.

Deshaciendo la homogeneidad social fabricada

Japón ya pasó por una crisis financiera en la mitad de los 90. En esta época, las personas se dieron cuenta que el sueno que les había sido vendido por el regime posguerra era enteramente falso, y empezaron a nutrir un profundo escepticismo en relación al mismo capitalismo. Desde entonces hemos tenido el presentimiento de que, antes o después, lo mismo pasaría en escala global. Pero ahora que realmente está, nosotros anticapitalistas reconocimos después del hecho que fallamos en comprehender todas las implicaciones de aquel primero quiebre entre el entonces y el ahora. Reconocimos que dejamos pasar una oportunidad de accionar.

Estábamos todavía asombrados por la falencia de las Nuevas Izquierdas, la falencia de su vanguardismo autoritario, que acabo por destruir el ímpetu de la militancia de masa y resulto en un estado general de inercia con un pacifismo sofocado. Estas condiciones nos impidieron de desarrollar estrategias creativas y las tácticas necesarias para sacar las posibilidades de la crisis y organizar una socializad anticapitalista en el contexto japonés.

Esta organización debe tener múltiples dimensiones, involucrando la totalidad de nuestras vidas sociales: escuela, familiar y cada trozo de espacio urbano. Mas importante, no puede darse sin deshacer la fabricada socialidad homogénea del Japón, una red muy cerrada y altamente controlada por la maquina informática del conglomerado estado/medios. Con la doble crisis financiera, sin embargo, la base de la socialidad japonesa – incluyendo el lugar de trabajo seguro, educación decente y jerarquía familiar tradicional – se esta disolviendo. Así, el blanco de nuestro esfuerzo de organización debería ser extrabajadores, exestudiantes y exmadres, expadres, exhijos creados por este proceso.

También disolviéndose está el mito de Japón como nación insular consistente de una raza pura. Es por eso que necesitamos construir solidariedad con trabajadores inmigrantes y una coalición con movimientos en otros territorios de la Asia Oriental. Con esto, debemos materializar la idea de un Japón como archipiélago sin fronteras contiguo al continente asiático. La solidariedad global con que sueña desde hace mucho el aislado movimiento japonés puede iniciarse apenas junto con la corriente revolucionaria de la Asia Oriental.

Go Hirasawa y Sabu Kohso son activistas anticapitalista y miembros del comité de redacción de la revista japonesa VOL. Presentemente preparan un libro sobre movimientos sociales en el Japón contemporáneo para Autonomedia.

Mas allá del espectacular

A fines de los 90 surgió un movimiento que nombró como enemigo el capitalismo global y empleó movilizaciones de larga escala y la acción directa para confrontar su agenda. Tuvo sus limitaciones políticas, pero logró conectar movimientos de resistencia en países oprimidos y llevo su lucha a comunidades bajo ataque.

Este desarrollo dio ímpetu a muchos movimientos sociales, incluso a los que luchan contra la pobreza. Mirando hacia atrás, mientras nuestra organización se beneficiaba con esto, subestimamos el poder del mal liderazgo conservador en sindicatos y agencias sociales y su capacidad de contener la resistencia o dirigirla a formas que no presentan amenaza al capitalismo. “La larga retirada se acabó”, anunciamos en el 2001 para tratar de comenzar una resistencia generalizada al gobierno de ultraderecha de Ontario entonces. Hemos seguido peleando y logramos mismo algunas victorias, pero ahora, mientras vemos sindicatos negociar austeridad para trabajadores en la crisis económica actual y redes de ONGs reducir la resistencia a la pobreza a “platicas constructivas” con gobiernos, tenemos que darnos cuenta de que los mecanismos de contención son mas difíciles de deshacer de lo que pensábamos.

El capitalismo esta en una gran crisis y las condiciones para retarlo están  surgiendo, pero una radicalización espectacular pero delgada no será suficiente. Tenemos que avanzar demandas y ejercer estrategias que abren posibilidades de crear un movimiento de masas real que rechaza las “soluciones” de este sistema y lucha por transformación social.

John Clarke ha sido activo con el grupo Ontario Coalition against Poverty (Coalición contra la Pobreza de Ontario) desde que se formó en 1990. Antes de estar involucrado con movimientos antipobreza el fue activo en luchas sindicales como trabajador de hospital en Inglaterra y como trabajador de producción en Canadá.

Grandes expectativas

Responder a la pregunta: “cuales son los errores que cometimos en los ultimos diez años?” se me hace un gran reto. No puedo hablar por la izquierda socialista, diversa y fragmentada, pero hay dos puntos que puedo contribuir a la sesión de terapia en grupo.

Las expectativas estaban muy altas. Cuando tanta gente se dirigió de Inglaterra a Genova vi un movimiento formándose que seria mas grande y mas poderoso que cualquier cosa que se había visto desde antes de 1968. Eso fue solo dos meses antes del 11 de Septiembre. El grupo Globalise Resistance (Globalizar la Resistencia) estaba en su infancia y jugo un gran rol en movilizar la mas grande cantidad de gente en la historia de Inglaterra en una manifestación fuera del país. Dos años después ocurriría la manifestación mas grande de la historia de Inglaterra, contra la guerra. Pero ir de una cuestión o campaña a otra no fue tan fácil como hubiera podido ser. Las narrativas que nosotros (como un solo movimiento) presentamos sobre la conexión entre la toma del mundo por las corporaciones y el militarismo podrían haber sido mas claras y convincentes.

Las manifestaciones internacionales definitivamente fueron emocionantes e inspiradoras y sirvieron para darle vigor al movimiento; pero creo que nos enfocamos demasiado en esas movilizaciones y fallamos en construir grupos de activistas auto-sustentados locales.

Guy Taylor es un exmiembro del Socialist Workers’ Party (Partido Socialista de los Trabajadores) de Inglaterra y de Globalise Resistance.

Sobre multiplicidad, decisión y el común

Tanto nuestras fuerzas como nuestra debilidades son productos de nuestra imaginación histórica. Sin saberlo realmente, hemos heredado el dilema que, en mayo de 1968, separó los Nuevos Movimientos Sociales de los viejos. Los últimos se concentraban en el problema del frente común, con eso afirmando el trabajo, y luego el poder del estado. Los Nuevos Movimientos Sociales, por otro lado, ponían su confianza en la multiplicidad de frentes, afirmaban el derecho al no-trabajo y luego el antipoder de las minorías. Pensamos las dos posiciones al mismo tiempo, y por eso llamamos a nosotros “movimiento de movimientos”. Nuestra debilidad es que no hemos llevado esta idea hasta su conclusión. No sabemos todavía como lo que es común a todas las frentes puede ser articulado y organizado. No sabemos todavía cual es poder del antipoder. La inevitable afirmación de la multiplicidad oscurece la inevitabilidad de la decisión estratégica.

No hemos ni mismo comprendido que ahí está nuestro problema, y que lo tenemos que resolver nosotros. El principio para una solución esta en la cuestión de cómo podemos crear un partido y un estado sin simplemente ser un partido o simplemente disolverse en el estado.

Cuanto a esto, tres sugerencias. 1) Un problema de verdad es algo que se tiene que solucionar como un enigma. Implica un momento de gracia, y por tanto una abertura a un resultado. 2) Se hay una dialéctica de los tres movimientos secuenciales, el punto entonces no es su síntesis, sino algo enteramente nuevo, lo que no excluye sino incluye negaciones especificas. 3) John Holloway articula no nuestra fuerza sino nuestra debilidad y le da crédito filosófico a una exageración del Zapatismo, al envés de intentar hacer una contribución filosófica para el desarrollo de una innovación política importante, pero limitada.

Thomas Seibert es un activista de ATTAC (Associacion for the Taxation of Financial Transactions for the Aid of Citizens) and la Izquierda Intervencionista de Alemania. Su uhltima publicación es Krise und Ereignis: Siebenundzwanzig Thesen zum Kommunismus [Crisis and Event: Twenty-Seven Theses on Communism]

Leyes naturales, sistemas sociales y los límites del crecimiento

En los 90 yo pensaba que el cambio climático, en la década siguiente, iba a volverse cada vez más discernible de la variabilidad climática de fondo –pero que se traduciría en una problemática relativamente lenta y distante para la humanidad. Pensaba que la actual extinción masiva de especies, la sexta en la historia de la Tierra, plantearía problemas más urgentes para un número mayor de personas. Resulta que, al igual que muchos otros científicos y activistas, subestimé tanto la magnitud a corto plazo de los efectos de la creciente concentración de gases invernadero (como el dióxido de carbono) en la atmósfera como la velocidad con la cual dichos cambios se están produciendo. Esto pasó, en parte, a causa de las subestimaciones dominantes de las cantidades precisas de combustibles fósiles que serían globalmente utilizados: las emisiones de gases actuales superan incluso las predicciones más pesimistas sugeridas en ese entonces. Se suma a ello que hemos descubierto que los ecosistemas, y las personas que dependen de ellos de modo más directo, son altamente vulnerables a cambios climáticos relativamente pequeños. Y con frecuencia las consecuencias resultan devastadoras. En cambio, los ecosistemas parecen ser relativamente resilientes a la pérdida de especies individuales, dado que otras especies funcionalmente similares suelen ocupar el rol de la especie extinta.

Sin embargo, existe una narrativa más amplia acerca de las equivocaciones de los científicos ambientales como yo en el pasado reciente. En su mayor parte, dejamos de hablar sobre los límites del crecimiento económico infinito en un planeta hecho de materiales finitos que pueden ser transformados en recursos utilizables –y de los límites del subsiguiente procesamiento ambiental de los materiales de desecho generados por esta transformación. En 1972 el (tristemente) célebre estudio Los límites del crecimiento publicado por el Club de Roma fue inmediatamente cuestionado por los economistas del libre mercado. Este cuestionamiento fue personificado por la apuesta establecida entre el economista Julian Simon y el científico Paul Ehrilch en torno al precio de los metales. Ehrlich apostó que el precio de los metales selectos aumentaría a medida que su escasez se incrementara. Simon, por su parte, afirmó que los mecanismos del mercado producirían una caída en los precios. Y, de hecho, éstos cayeron. El resultado de esta apuesta constituyó una ayuda más para que la intensificación de la influencia de la ideología neoliberal que afirmaba que la inteligencia del mercado podría ella sola llevar a que el progreso social eluda cualquier límite ambiental.

Sin embargo, el cambio climático ha sido descripto como “el mayor fracaso del mercado en la Historia” por Nicholas Stern, ex Economista Jefe del Banco Mundial. Los científicos ambientales están hoy de nuevo donde estaban en la década de los 70, teniendo que argumentar que los límites son reales y que no encontraremos seguridad en las manos invisibles de la economía del laissez-faire.

Ehrlich perdió la apuesta porque no logró comprender que los precios son sensibles a las innovaciones tecnológicas que pueden incrementar la oferta, y que la demanda puede alterarse ya que en ocasiones nuevos materiales pueden sustituirse si los precios aumentan. Sin embargo, Simon estaba fundamentalmente equivocado: los mercados pueden extender los límites ambientales, pero no pueden abolirlos. En el 2008 el investigador Graham Turner analizó la información real sobre el crecimiento económico, la población, la producción de alientos y demás entre 1970 y el 2000 y comparó estos datos con las predicciones del Club de Roma sobre el mismo período. Los pronósticos estándar se comparan “favorablemente” con lo que verdaderamente ocurrió en el mundo real. La mala noticia es que este modelo predice que de continuar el crecimiento económico durante el inicio del siglo XXI, y de seguirle el ritmo la población y la producción de alimentos, se producirá un creciente estrés ambiental a causa de los agentes contaminantes de larga vida que resultará en un colapso global –una drástica reducción de la actividad económica, de la producción de alimentos y de la población humana- en la mitad del siglo, cuando se infrinjan los límites ambientales.

Nuestro sistema socioeconómico está construido por personas y no obedece a “leyes naturales” de la economía similares a las de la física. Sin embargo, es un subsistema situado al interior de una biosfera, y ciertamente opera de acuerdo con las leyes de la física. Sin un mayor reconocimiento de estos hechos es muy posible que pronto veamos hasta qué punto podemos llegar a desestabilizar nuestras sociedades al ignorar sus efectos en el sistema de la Tierra.

El Dr. Simon Lewis es investigador del Instituto de la Tierra y la Biosfera de la Universidad de Leeds, donde estudia los modos en los cuales los humanos están alterando los modos de  funcionamiento de la Tierra en tanto sistema. También está involucrado con Climate Camp (Campamiento de Accion contra el Cambio Climatico) en el Reino Unido.

Mitos vs. Maquinas de problematizar la vida

No sé si la cosa es que yo estuviera “equivocado”. Creo que se trata más bien de que no había hecho un descubrimiento: la revelación de la potencia (común) del pensamiento. Ranciére lo llama “la buena nueva” y es, ciertamente, un acontecimiento que marca un corte, un antes y un después. Pensamos verdaderamente cuando nos enfrentamos de verdad a nuestros verdaderos problemas.

A falta de ese encuentro, creo que a mí me interesaban entonces sobre todo formas de “propaganda dulce”. La mitopoiesis era una especie de magia blanca que oponer a la magia negra del sistema (su red de imágenes y

discursos). Pero magia al final y al cabo, que aspiraba al hechizo y el encantamiento, es decir, que jugaba en el filo de la ingeniería social. No por casualidad entonces se trataba sobre todo de “crear movimiento”. La propaganda reúne, propone modelos y soluciones, sintetiza y simplifica, apuntala identidades.

Hoy sólo veo fuerza en el pensamiento, que no es una máquina de contra historias, sino una máquina de problematizar la vida. La propaganda es como una voz en off: no sale de ningún sitio particular(por mucho que hable de subjetividad). Es una palabra de pura exterioridad. Por eso mismo no es capaz de sacudir, de afectar. Sólo es creíble la palabra de quien piensa desde su propia vida, una vida que discurre siempre en muchos planos (no el sí-mismo recortado de la militancia). Esa es la palabra de la que uno puede verdaderamente responder, responsabilizarse.

La propaganda desea la hegemonía, compite. Por eso su palabra genera rechazo. Tras ella siempre hay una posición acumulando poder de representación. La palabra crítica, si quiere circular, ha de constituirse como lugar común, espacio vacío, infinitamente reapropiable, resignificable… Diez años después me asalta esta pregunta: ¿y si luchar no pasase por desproblematizar ni convencer? ¿Entonces?

Amador Fernández-Savater participó activamente de algunas iniciativas de la ‘ola global’, como Indymedia Madrid. Hoy el investiga nuevas formas de politización a partir de diferentes espacios. Un sitio donde se puede seguir su producción actual es su blog en el periódico Público: blogs.publico.es/fueradeluga

This collection of articles was originally published in English in Issue 5 of Turbulence. A Spanish language edition of Turbulence, containing these and other articles, was published in April 2010. It is available in full here [PDF].

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