Et tu Bertinotti?

La antes fuerte izquierda radical parlamentaria  italiana, sufrió una fractura con los movimentos sociales y posteriormente fue barrida en las recientes elecciones. Sandro Mezzadra examina la caída, mientras más abajo Keir Milburn y Ben Trott la contextualizan. 

CONTEXTO

28 de abril de 2008. Seguidores del recién elegido alcalde de Roma, Gianni Alemanno, se agolpan en el exterior del ayuntamiento. El nuevo alcalde de derechas aparece en el balcón y enarbola la bandera tricolor italiana. Empiezan los gritos, ‘Duce, Duce’ mientras los seguidores levantan el brazo en el ‘saludo romano’. La estética es inconfundiblemente fascista.

Estos ecos del pasado de Italia han sido acompañados por una oleada de violencia contra los inmigrantes. Ambas cosas han traído consigo el retorno de Silvio Berlusconi al poder, a la cabeza de una coalición de derechas que incluye a la posfascista Alianza Nacional y la xénofoba Liga Norte.

Este deslizamiento a la derecha ha implicado lo que, en el breve texto que sigue, Sandro Mezzadra describe como la ‘abolición’ de la izquierda parlamentaria en las últimas elecciones. Coincide además con un momento particularmente tenso en las complejas relaciones entre los movimientos y las instituciones de la izquierda italiana.

Todo ello en evidente contraste con el periodo anterior del gobierno Berlusconi, entre 2001 y 2006, que estuvo caracterizado por una explosión de luchas, que algunos llamaron ‘la primavera de los movimientos’. Fue también un periodo de cooperación intensa y largamente productiva entre los movimientos sociales y las instituciones, incluidos los partidos políticos. Las 300.000 manifestaciones contra el G8, las huelgas generales del 2002 contra un paquete de reformas laborales y cortes presupuestarios, la proliferación de foros sociales locales por toda Italia, así como las protestas contra las guerras en Afghanistán e Iraq, estuvieron todos caracterizados por la colaboración entre movimentos autónomos y no-autónomos. De particular importancia fueron el Sindicato de Comisiones de Base, COBAS; el sindicato de trabajadores del metal, FIOM; los Tute Bianche/Disobbedienti; y las juventudes de Rifondazione, Giovani Comuniste e Comunisti.

Sin embargo, la decisión de Rifondazione de buscar su participación en el gobierno post-Berlusconi tras las elecciones del 2006, llevaron a una ruptura en sus relaciones con los movimientos sociales. El ‘área de la autonomía’ en Italia, de repente, se volvió más fácil de definir. Con la convocatoria de elecciones anticipadas, sólo dos años después de que algunos partidos de izquierda radical, incluida Rifondazione, entraran en el gobierno de coalición de Romano Prodi, los esfuerzos para llevar el cambio a través de la vía parlamentaria (o, para los más cínicos, ‘el camino del oportunismo’) fracasaron estrepitosamente. Parece que es en este ‘área de la autonomía’ en la que la izquierda italiana tendrá que concentrar progresivamente sus esfuerzos en los años venideros.

– Keir Milburn & Ben Trott

Tres partidos de la izquierda radical, Federazione dei Verdi, Rifondazione comunista, y Partito dei Comunisti Italiani, tomaron parte en el gobierno de coalición post-Berlusconi. En las elecciones provocadas por la caída de dicho gobierno, formaron la coalición Sinistra Arcobaleno (Izquierda Arcoiris), dirigida por el antiguo líder de Rifondazione comunista, Fausto Bertinotti. La coalición sufrió una derrota aplastante. Por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, no hay participación comunista en el parlamento italiano, e Italia es ahora uno de los pocos países europeos sin representación de los Verdes en el parlamento.

Los resultados de las recientes elecciones en Italia fueron un shock. Se había abolido la ‘izquierda’ parlamentaria. Fue una derrota particularmente aplastante para Rifondazione comunista y Fausto Bertinotti,  iniciador del proyecto Sinistra Arcobaleno.

Pertenezco a aquellos que criticaron este proyecto incluso antes de las elecciones. Arcobaleno era desde el principio una pura ‘política de la coalición’.

Dentro de Rifondazione, entre 1998 y 2003, hubo –paralelamente al desarrollo de poderosas luchas y movimientos sociales- al menos un intento para tomar en serio la crisis de la democracia representativa; para concibir una nueva relación entre las luchas sociales y las instituciones; para desarrollar esta relación en los nuevos espacios transnacionales de Europa; y para sacar pleno rendimiento a la investigación militante en la transformación de la composición de clase como un medio de participación en las luchas sociales. sus energías en la participación en el gobierno y de este modo resolver la crisis del comunismo histórico a través de una especie de un proyecto de ‘izquierda-social democrática’. Las elecciones han emitido un duro juicio a dicho proyecto.

Son muchos los compañeros en Italia que han celebrado este varapalo, pues algunos creen que la derrota de Bertinotti muestra la necesidad de una identidad comunista tradicional, mientras que otros apuntan a la necesaria autonomía de las luchas y movimientos sociales. Personalmente, encuentro que la primera postura hace referencia a una ‘política identitaria’, y me siento más cercano a la segunda. Creo sin embargo que es urgente plantear de nuevo el problema de la política dentro de las luchas y movimientos sociales, que no han desaparecido en Italia, sino más bien al contrario. Sin embargo, las elecciones no sólo llevaron a la derrota de Bertinotti y Arcobaleno, sino que la victoria de Berlusconi y Bossi (líder de la Liga Norte) está además caracterizada por rasgos singulares que no se han enfatizado suficientemente. En particular, la Lega llevó a cabo una agresiva campaña electoral, típica de la crisis de la globalización neoliberal. Actualmente nos enfrentamos a una ocupación del derecho a criticar la globalización. Como consecuencia de las indicios de una crisis económica internacional, se está redescubriendo la comunidad territorial y/o nacional en sentido defensivo como el punto de referencia exclusivo para la política. La ubicuidad de la retórica sobre la ‘seguridad’ tiene que interpretarse en este contexto.

Las luchas sociales y los movimientos, bajo estas condiciones, corren el peligro de ser reducidas al estatus de resistencia. El problema que deben abordar los políticos de izquierdas, en mi opinión, consiste precisamente en abrir nuevos horizontes que vayan más allá de eso. Las protestas de Seattle (1999) y Génova (2001) sacaron a la luz esta cuestión con energía, anticipando la crisis de la globalización neoliberal.

No hay una respuesta ‘nacional’ a esta problemática, la tarea a la que nos enfrentamos en Italia es similar a la que tiene que tener lugar en todos lados. Intentamos interpretar la situación aquí en el contexto europeo y global.

Más allá de la izquierda tradicional hay nuevos espacios y posibilidades por descubir y construir para la política radical.

La situación en la que nos ponemos esta tarea es muy diferente de la que que emergió el ‘movimento global’. El mundo está cambiando, ni el Imperio (la forma global e interconectada de gobierno descrita por primera vez por Hardt y Negri) ni el imperialismo parecen poder/ser capaces de establecer –en el sentido capitalista- el ‘orden mundial’. El debate de esta tarea es algo que, estoy seguro, seguirimos ejerciendo juntos en un futuro próximo.

Traducción: Bárbara Iniesta

Sandro Mezzadra es editor de la revista italiana Posse www.posseweb.net y enseña Teoría Política en la Universidad de Bologna.

Keir Milburn y Ben Trott son editores de Turbulence. editors@turbulence.org.uk

Translations: English; Greek.

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